Sí, con el amor propio. El tocarse y disfrutarse implica aceptarse, amarse, reconocerse en cada milímetro de la piel, no de la del otro, de la propia. Masturbarse de manera adecuada es un acto de amor propio porque si no te quieres y no te aceptas, es difícil que al tocarte, te disfrutes.
En mi caso particular, el permitirme explorar mi cuerpo me ha ayudado a reconocerlo, a amarlo y a aceptarlo. He aprendido a mirarlo a través de mis ojos y sentirlo con el pasar de mi tacto, lo que al inicio de mis practicas no era tan agradable, ya que comencé a amarme un poco tarde, pero a tiempo.
Las primeras masturbaciones de mi vida fueron por pura y simple curiosidad. Quería saber qué se sentía tocarse, pues había visto a los hombres de mi casa haciendo la tarea muy juiciosamente, y siempre me preguntaba lo mismo, ¿qué se sentirá? Perdí el miedo y comencé a explorarme con el temor de ser vista, ser juzgada o castigada por ir en contra de los valores del señor. Igual, lo hice, no soy una mujer que se quede con tareas pendientes la verdad. Comencé mi búsqueda y aunque puedo decir que encontré un par de orgasmos, fueron lo bastante superficiales como para continuar con mi vida pensando que poco me estaba perdiendo del tema.
Lo interesante del asunto es que, cuando comencé a compartir mi vida sexual con otras personas, descubrí que la masturbación me permitió enseñarle a mi compañero de aventuras, en dónde y cómo encontraba mi mayor placer, para que, a partir de allí comenzara la exploración conjunta. Recuerdo que siempre le pregunté a mis parejas si se masturbaban y les pedía que me mostrarán cómo se tocaban a sí mismos, el mapa erógeno que me dio la masturbación fue el primer derrotero de mi cuerpo que compartí y lo primero que pido al comenzar una relación erótica.
Obviamente, en medio de las experiencias sexuales descubrí otras maneras de placer, pero lo que sí es cierto es que a través de la masturbación adquirí mayor confianza, comencé a comprender mis ritmos de mejor manera, la calidad de mis orgasmos mejoraron, pues entendí qué movimientos me acercaban más a ellos y qué tan intensos podían ser, si aprendía a manejar mi respiración y mis músculos. De alguna manera, aumentó mi curiosidad de autoexploración y de exploración conjunta. Entendí que podía compartir detalles de mis experiencias eróticas propias con mi pareja y que esto creaba, no solo una dinámica deliciosa durante el experiencia sexual, sino que además afianzaba el vínculo que estaba construyendo con aquella persona. Salí de mis creencias limitantes, la peor de todas era derribar la idea de que ¨el señor estaba en todas partes¨, fue lo mejor para mí, romper con esa creencia me ayudó a abordar mi sexualidad desde mis gustos, deseos y ganas de sentir. Se fue por la borda la idea desteñida de una sexualidad aprobada por una corte celestial o terrenal. Poco a poco fui normalizando mi sexualidad, mis gustos, las elecciones de placer propio y ha sido todo un aprendizaje y mucho de explorar hacia a dentro, un ¨yo con yo¨ que llaman.
Así que si me permites una recomendación, antes de ir a googlear cómo masturbarte para sentir mayor placer, comienza a identificar qué es lo que te genera placer, y en este caso, no solo placer sexual. Ponte en la tarea de descubrir en dónde está tu placer, qué tan conectada estás con tu placer, qué cosas te hacen sentir placer emocional, placer mental, placer gastronómico, porque hay diferentes tipos de placeres, lo que sucede es que solo pensamos en el placer erótico y lo que es aún peor, en el placer erótico del otro. Existen teorías que mencionan 14 tipos de placeres, así que el abanico de posibilidades para que conectes con tu placer es amplio. Después de que identifiques esos placeres, cuáles son, revisa en dónde están, cómo puedes llegar a ellos y comienza a realizar acciones que te conecten más y más a tus momentos de placer. Esto te acercará más, a entender quién eres y te ayudará a comenzar a reconocerte, a entenderte, aceptarte, por favor no te tires tan duro, no te juzgues y lo que es más importante, ámate completica, cultiva ese amor que solo llega hurgando adentro, muy adentro.